
Me gustaría ser la propietaria de mis sentimientos,
y poder echar a los inquilinos que me están destruyendo.
Me gustaría que mi mente fuera el juez, mi corazón abogado,
y el sentido común hiciera de jurado.
desalojar de mi interior a este inquilino destructor,
que lo deje entrar por unos días,
y sin darme cuenta se acomodo.
El juez espera, el abogado relata, y el jurado condena.
señora depresión tiene que salir fuera,
porque el juez así lo ordena,
el abogado esta cansado de sus cambios,
de latidos desesperados,
y el jurado que mucho lo ha pensado,
culpable lo a nombrado.
De vivir en un lugar donde nadie lo ha llamado,
coja su equipaje no se deje nada
desde hoy por siempre queda usted de mi vida desterrada.